viernes, 27 de noviembre de 2009

ANTE EL NOMBRAMIENTO DEL NUEVO OBISPO

A la Comunidad Cristiana de Gipuzkoa

Tras una larga y penosa espera, no exenta de rumores e indebidas filtraciones, hemos recibido la noticia del nombramiento de D. José Ignacio Munilla Aguirre como Obispo de la Diócesis de San Sebastián.

Ante este nombramiento y conocedores del profundo malestar e indignación que por este hecho existe en amplios sectores de nuestra Comunidad Cristiana, queremos compartir una reflexión, que quiere ser serena y objetiva, con nuestros hermanos y hermanas en la fe; sobre todo, con aquellos que puedan sentirse, por su compromiso eclesial, más afectados y entristecidos

Nuestra realidad diocesana: la Iglesia de Gipuzkoa, una comunidad viva al servicio de un pueblo vivo. A la luz del «acontecimiento providencial» (Juan Pablo II, Tertio millennio adveniente, n. 18) que fue el Concilio Vaticano II, nuestra Diócesis ha vivido una rica y laboriosa experiencia de renovación de la vida cristiana, eclesial y pastoral a lo largo de estas décadas.

Nuestros Obispos, verdaderos Pastores, queriendo ser fieles a la realidad social y al Evangelio de Jesús, han marcado una trayectoria, acompañando las alegrías, tristezas y esperanzas de nuestro pueblo.

Un pueblo que, ante el doloroso problema de la violencia, busca la paz y la reconciliación; intenta defender su propia personalidad asumiendo la pluralidad de esta sociedad; quiere salvar su condición bilingüe; se esfuerza por la integración de la inmigración; ante la crisis económica que nos afecta vive una actitud, humilde pero real, de generosidad y solidaridad; un pueblo que se ha visto, además, afectado por la secularización y la increencia, con las consiguientes dificultades de la comunidad diocesana para un anuncio del Evangelio en el mundo de los jóvenes y para suscitar y acompañar procesos vocacionales.

Queriendo responder a esta realidad, nuestra Iglesia, con sus luces y sombras, ha buscado ofrecer su acogida y cercanía a esta sociedad, y ha tratado de asumir sus carencias y afrontar honestamente sus preocupaciones. Ha configurado un modelo de Iglesia que queda plasmado en el documento «Una Iglesia al servicio del Evangelio» que, con sus límites, expresa un estilo evangelizador que recoge la ilusión y el dinamismo de una Comunidad viva, que quiere caminar «dejándose renovar por el Espíritu, siendo acogedora y cercana, estando junto a los que sufren, trabajando por la paz y en comunión fraterna».

Impulsada por el espíritu del mencionado documento, se han ido renovando las estructuras, con una amplia participación de laicos y laicas, religiosos y religiosas, y sacerdotes, para potenciar la evangelización y la corresponsabilidad: Unidades Pastorales con sus equipos ministeriales, presencia de la mujer en responsabilidades eclesiales, creación de grupos de lectura creyente de la Palabra, grupos de oración, iniciativas para impulsar la reconciliación, desarrollo de la pastoral socio-caritativa y compromiso de los laicos en la vida social.

En este momento de la vida de la Diócesis y desde una visión de Iglesia en la línea del Vaticano II era de esperar:

Un modo de actuar más veraz y evangélico en el nombramiento del nuevo Obispo.

En el actual estado de cosas, es el Papa, como garante de la comunión y de la unidad eclesial, el responsable último de los nombramientos episcopales. Pero entendemos que el proceso seguido ha carecido de transparencia y verdad. Sospechamos que este nombramiento estaba previa y estratégicamente diseñado, sin tener en cuenta a nuestra Comunidad Diocesana, adulta y comprometida, a la hora de recabar, acoger y valorar los datos para un mejor discernimiento. Nos sentimos minusvalorados, engañados y tratados como menores de edad. Este modo de actuación ha ocasionado no solo preocupación, sino un profundo dolor e indignación, cuando realizado de una manera más evangélica podía haber sido un momento de «gracia» para nuestra comunidad cristiana.

Otro perfil de Obispo. No podemos sino expresar la desazón porque haya sido nombrada una persona que en el tiempo que vivió y desarrolló su ministerio pastoral entre nosotros, mostró una desafección manifiesta hacia las líneas pastorales diocesanas. Además, es percibido por muchas personas, como alguien que va a cambiar el rumbo de nuestra Diócesis, expresado en el documento «Una Iglesia al servicio del Evangelio» viniendo a resultar un verdadero freno y una desautorización de esta experiencia de renovación eclesial, especialmente para los cristianos más comprometidos.

Aunque nuestra confianza en la Jerarquía de la Iglesia ha sido seriamente herida, queremos seguir confiando y esperamos que el nuevo Obispo procure ser un Pastor al servicio de toda la Comunidad Cristiana de Gipuzkoa; promueva la participación y la corresponsabilidad eclesial; respete y asuma la trayectoria y orientación de nuestra Diócesis; y no se precipite en tomar decisiones que creen mayor división y desafección en una comunión ya deteriorada.

Asimismo, llamamos a los cristianos y cristianas de Gipuzkoa a acoger con responsabilidad al nuevo Obispo, en una actitud de crítica constructiva y fraterna, procurando mantener nuestra vinculación afectiva y efectiva con nuestras comunidades cristianas, sin alejarnos de ellas, impulsando con una fidelidad creativa los rasgos eclesiales plasmados en el documento «Una Iglesia al servicio del Evangelio».

Concluimos con dos citas significativas para la cuestión que afecta a nuestra Diócesis y al nombramiento del Obispo.

La primera, que nos remonta al siglo V, es una manifestación del Papa San León Magno, quien afirmó que «el que debe ser puesto a la cabeza de todos, debe ser elegido por todos».

La segunda se refiere a un texto del Episcopado de Austria, en una carta pastoral a los fieles, con ocasión del nombramiento de un Obispo en la Diócesis de Linz en febrero de 2009: «Los fieles están legítimamente preocupados de que el proceso de búsqueda de candidatos, el examen de las propuestas y las decisiones finales sean llevadas a cabo cuidadosamente y con toda la delicadeza pastoral que sea posible. Esto puede asegurar que los Obispos sean nombrados “no contra, sino para una Iglesia local”».

22 de noviembre de 2009
(Tomado de www.feadulta.com)


Para firmar la reflexión: www.donostiakogotzainberria.org

domingo, 22 de noviembre de 2009

JESÚS, REY ATÍPICO

Rey, apenas hay otra palabra menos apropiada para Jesús.

Un rey que toca leprosos, que prefiere la gente normal a los poderosos del pueblo.

Un rey que lava los pies de los suyos, un rey que no tiene dinero y que no puede defenderse.

Jesús crucificado es un extraño rey: su trono es la cruz, su corona es de espinas. No tiene manto, está desnudo. No tiene ejército. Hasta los suyos le han abandonado. ¡Menudo rey!

Reino. Y ya que hablamos del rey, tenemos que hablar del reino. Jesús habló del reino de Dios, del reinado de Dios.

Un reinado en que los últimos del mundo son los primeros.

Un reinado que prefiere a los publicanos y a las prostitutas, antes que a los doctos letrados y los puros fariseos.

Un reinado sin tronos, sin palacio, sin ejército, sin poder.

Un reinado de viudas pobres, que echan dos céntimos de limosna.

Un reinado de samaritanos, que cuidan a un herido.

Un reinado en que son preferidos los sencillos como niños.

Un reinado de gente pobre, que sabe sufrir, de corazón limpio, comprometida con la justicia. ¡Menudo reino!

Pero, pensará alguno que esto es provisional. Dios reinará, Cristo reinará, vendrá un día en que aparecerá en los cielos vestido de majestad, y todas las naciones, todos los hombres y mujeres del mundo y de la historia caerán de bruces ante su Majestad, y entonces veremos que es rey.

Pues no, Dios no reina así, apabullando enemigos. El reino de Dios no se parece en nada a los de la tierra, que imponen desde fuera y matan para imponerse.

Dios se siembra desde dentro y hace vivir. Reina desde el amor.

“Reinar”. En nuestro mundo reina el terror, reina la miseria, reina la explotación, reina la venganza, reina el negocio sucio, reina la violencia.

Cuando en nuestro mundo reine la confianza mutua, cuando todos vivan decentemente, cuando no haya analfabetos, cuando los negocios sean honrados, cuando nos contentemos con menos… entonces podremos empezar a hablar de que Dios reina. Desde dentro, desde la humanización de los corazones.

¿Reinará Dios alguna vez? Tenemos la tentación de pensar que no. La violencia y la rapacidad y el consumo desenfrenado parecen más fuertes que la bondad, la generosidad y la austeridad. Eso es una tentación.

Pero Jesús creía en la fuerza de la semilla, en el poder de la levadura, en la fuerza imparable del Espíritu, del Viento de Dios.

Y entretanto, tú y yo nos enfrentamos a una invitación urgente: ¿quieres comprometerte con Jesús a construir el reino?

Jesús, rey atípico. Es tan especial que nosotros también corremos el peligro de no entender nada. Y ¿cómo es este rey tan original?

Jesús reina entregando su vida. Los reyes de este mundo viven a cuenta de sus súbditos. Jesús no se les parece en nada a estos reyes.

Jesús reina perdonando, amando, desde una situación de humillación e impotencia. Se nos dice dónde y cómo gana Jesús este título de rey: en la entrega de su vida hasta la muerte.

Su señorío es de amor incondicional, de compromiso con los pobres, de libertad y justicia, de solidaridad y de misericordia. Desde ahí, Jesús unifica lo visible y lo invisible y abraza todo el cosmos.

Pedro Olalde (www.feadulta.com)

jueves, 19 de noviembre de 2009

EL EVANGELIO ENTERO POR FAVOR

Sr. Portavoz de los Obispos,

Hago lo posible por objetivar las advertencias morales del Padre Camino, Obispo-portavoz de la CEE, y eso se traduce en tratar de entenderlas en su significado preciso. Es decir, si con el Catecismo de la Iglesia Católica en una mano, y el Código de Derecho Canónico en la otra, ha dicho algo inconveniente.



Sustancialmente tengo que reconocer que se atiene a esas “fuentes” de la “doctrina” católica. Ya sé que usted y usted dará por bueno este proceder intelectual y magisterial, y que usted y usted, pensará como yo, que es de una pobreza extrema esta manera de ejercer el ministerio de enseñanza episcopal.



Pero, nobleza obliga, es legítimo y puede en conciencia sentirse obligado a preferirlo en casos extremos. El problema es que si se prefiere siempre y sistemáticamente, sin distinguir casos y casos, a lo mejor los demás tenemos dudas de que esa enseñanza moral haga el debido esfuerzo de discernimiento que como adultos nos corresponde. Vamos, que nos trata como a menores de edad en la fe y en la doctrina.



No creo que sea el momento del nominalismo, es decir, de la lucha por las palabras, sobre si Camino ha utilizado bien los conceptos “pecador público”, “herejía” y “excomunión”, al referirse a los políticos católicos y su posible apoyo a “la ley Zapatero” sobre el aborto. Me importa mucho más el hecho en sí y el significado que tiene para la presencia evangelizadora de la Iglesia española en su sociedad.



Y cuál es este significado, a mi juicio. Negativo, fundamentalmente negativo. La Iglesia puede decir esto sobre los políticos y el aborto, desde luego que sí. Pero mejor que lo diga la Iglesia Católica, y que los católicos veamos ese discernimiento común y bien respaldado de los Obispos.



La colegialidad episcopal es evangelizadora más que cualquier palabra en cuestiones vitales. No uno de ellos y con el respaldo que se le supone. Hay que escenificar bien la eclesialidad del discernimiento. Este solitarismo de la “portavocía” episcopal no es de recibo en una sociedad de católicos mayores de edad. Tanta verdad doctrinal, moral y, “política”, para uno solo, resulta chocante e indigesta.



Pero hay otra razón que voy a considerar, además del discernimiento sin sujeto colegial claro. Una voz profética desde la Iglesia tiene que crecer en legitimidad porque se implica a fondo con el ser humano en sus causas más injustas. En todas, dentro de lo humanamente posible.



No sólo cuando está en juego la vida del no nacido y del anciano desvalido, sino también cuando la riqueza de unos acapara medios sin cuento, mientras otros, miles y miles de personas, van a morir de hambre sin remedio o a vivir con total indignidad.



No se puede uno fotografiar hoy con los 35 representantes de las empresas del IBEX, para que nos financien la JMJ del 2011, movernos en los círculos culturales más conservadores y elitistas de la sociedad española en cuanto a la estructura social y educativa, sostener unos medios de comunicación claramente neoliberales, ocultarse a la sombra de Cáritas en cuanto a qué decir y hacer ante la crisis económica, mostrarse doctrinalmente posibilistas en cuanto a la resolución de los dramas de la humanidad en comida, agua, salud y educación, y pretender que la sociedad nos crea sin reservas el día que nos ponemos serios y directos ante el aborto.



No se puede ser selectivos al postular las exigencias morales de la dignidad humana en la vida social y al hacer memoria moral de las Bienaventuranzas.



No me considero elegido para tomar la palabra en nombre de nadie en la Iglesia, pero tienen que resonar voces de cristianos que denuncien cuán selectivos somos al tratar las injusticias. Éste es un momento que obliga a rectificar. El Evangelio entero, por favor.


José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete

Profesor de Moral Social Cristiana Vitoria-Gasteiz
En www.feadulta.com

domingo, 15 de noviembre de 2009

Carta al viento: NO CREO EN ESA IGLESIA

sábado 14 de noviembre de 2009

Hace unos días participé en un debate sobre la Iglesia en una emisora de radio. No imaginan ustedes la cantidad de reproches que tuve que escuchar contra la Iglesia. Críticas muy duras a una Iglesia que, los contertulios, consideran rica, intransigente y autoritaria. Pero en un momento quedaron sorprendidos cuando afirmé que tampoco yo aceptaba ni creía en esa Iglesia. Claro que no acepto una Iglesia alejada de los problemas del mundo, indiferente a la situación de los pobres. Claro que rechazo una iglesia llena de riquezas y de lujos. No, no quiero ni creo en esa Iglesia. Pero esa no es mi Iglesia. Esa es una simple caricatura que no se corresponde con la realidad.
La verdadera Iglesia, la que yo conozco, la podemos encontrar y vivir en nuestra Diócesis, en nuestras islas. Con muchos defectos, sí. Pero con muchísimos más valores. Veo entre nosotros una iglesia que reconoce su debilidad y sus miserias. Una Iglesia formada no por curas y monjas sino por una inmensa cantidad de hombres y mujeres que intentan darle vida al evangelio de Jesús. Veo la Iglesia en ese montón de personas que, a través de Caritas, Proyecto Hombre o Villa Teresita, intentan dar respuesta a las situaciones de pobreza, droga o prostitución. Creo en esta Iglesia. Y creo en la Iglesia que está presente, con discreción, en las cárceles y en los hospitales con un mensaje de esperanza. Creo en la Iglesia que tiene presencia en la Ciudad San Juan de Dios, en la obra Social del Hermano Jesús, y en los comedores sociales. Creo en la Iglesia que, porque se considera débil, pone su confianza en Dios y se hace oración en casi todos los pueblos y barrios de nuestras islas con la eucaristía, el rezo del rosario, o la constante plegaria de miles de personas en sus hogares, o en los monasterios de vida contemplativa de Telde, Teror, Los Hoyos o Santa Brígida.
Me entusiasma esat iglesia que dialoga en la base de cada parroquia, aunque haya excepciones, con los niños, con los jóvenes y con los mayores. Creo en la Iglesia que escucha, anima y aconseja gratuitamente a través del confesionario, del acompañamiento espiritual o el diálogo cercano y familiar. Y admiro a esta Iglesia que no aporta el 0,7 para los pueblos empobrecidos sino más del 2 y el 3 por ciento de su presupuesto. Creo en esta Iglesia de nuestra Diócesis que, aunque con pocos medios, comparte también con otros hermanos que están peor que nosotros. Comparte su dinero y hasta un selecto de número de seglares, sacerdotes y religiosas que, en nombre de la diócesis, están trabajando humanitariamente en Mozambique, Malawi, Nicaragua, Colombia y otros países.
Esta es la Iglesia que quiero y conozco. La otra Iglesia, la que constantemente y con tanto desconocimiento se critica en la televisión o en las tertulias, ni la quiero ni, gracias a Dios, la veo tan representada en la realidad. Y mi rechazo más contundente para ella. Para la Iglesia de nuestra Diócesis, a pesar de sus limitaciones, todo mi afecto y mi apoyo.
Publicado por

Jesús Vega Mesa en: http://parroquiasdearinaga.blogspot.com/2009/11/carta-al-viento-no-creo-en-esa-iglesia.html