martes, 29 de diciembre de 2009

DESCANSA EN PAZ, PACO

Una guía perfectamente uniformada informaba a los visitantes de la Bodega Calem, en Oporto, que en breve se iniciaría el recorrido por las instalaciones, para lo que se iban a formar tres grupos: uno para españoles, otro que usaría el francés y el último para angloparlantes. Descartado el primero, hubo que elegir el del idioma que, además del castellano, la mayoría conocía, el inglés. Paco, que era de francés, rumió la derrota hasta que, por la noche, en un bar de la ribera del Douro, frente a los rabellos, típicas embarcaciones cargadas de cascos de vino, celebramos con risas el error de haber confundido el precio del vino, de 40 ó 50 años, que nos estábamos tomando: lo escrito en la pizarra (unos veinte euros de hoy) era lo que costaba cada copa, y no la botella, tal y como habíamos pensado. Entre los cuatro (Paco, mi primo Leo, mi hermano Enrique y yo), habíamos tomado dos botellas cenando, por lo que tuvimos que reunir todo el dinero que llevábamos encima para poder pagar la enorme cuenta. A mediados de los ochenta, en el Portugal de los pacotes laborais, de las reformas laborales, sucedió todo esto.

Este recuerdo y otros muchos llegan a la cabeza sin tregua. No es el más relevante, es el que ahora gana. Mientras, preparo los bártulos en Tacoronte para acudir a La Garita, a Telde, al funeral de Paco. Una llamada de mi hermano Enrique, el martes 22 de diciembre, fue la que anunció la muerte del otro hermano, Paco. Treinta años de amistad, desde la adolescencia, hasta la actual inmadurez. Otra llamada, a los pocos minutos, desde Suecia, de otro amigo, José, se solidariza con el dolor que nos aprieta; tenemos que cortar el teléfono, como ya lo hicimos mi hermano Enrique y yo.
Las mohosas sotanas laguneras - que la beca de una adinerada señora, creo de la propia Aguere, le permitió sobrellevar- lo empujaron, junto a otros compañeros, a las oreadas y prometedoras ropas de calle que, desde Vegueta, veían siete estrellas verdes sobre un país en el que la justicia y la igualdad sociales fueran la expresión terrenal de los deseos divinos. La TERECA, Teología de la Realidad Canaria, proclamaba el deseo de anclar a la tierra la reflexión teológica. Manuel Alemán, otro cura, de Agaete, concretó en Psicología del Hombre Canario la expresión laica de esa preocupación. Por lo visto, desde ese tiempo, en la Diócesis de San Cristóbal de La Laguna, la evolución ha sido lenta; en la de Las Palmas, más bien como los cangrejos, por lo que irán ahora acompasadas.

Casi al llegar, aterrizó en una vigilia que, en la Catedral de Vegueta, homenajeaba al asesinado arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, en marzo de 1980, un hito en la Teología de la Liberación, en la lucha por los derechos humanos, en la llamada opción preferencial por los más pobres, modelo a imitar para muchos, desde luego, para Paco.

Después de algún tiempo, se ordenó como sacerdote y empezó un periplo que lo hizo recorrer las parroquias de El Doctoral, San Francisco y La Garita y Marpequeña. Durante casi todo el tiempo, compartió su labor pastoral, pegada al pueblo, con la enseñanza de la Religión, salvo un pequeño período en el que se le privó de esa actividad y decidió ganarse los garbanzos con diversas tareas, una de las cuales, vendedor de películas impropias, le valió una urgente reposición a sus labores en el magisterio.

Paco era un gran vacilador. La representación del lanzamiento y posterior estallido de un volador, sonido logrado con la interrupción del aire expulsado por la boca hecho con la mano derecha y culminado con una estridente palmada; y el golpe de la mano que asoma a través de la ventanilla del coche en la puerta y que se asocia a un inesperado impacto por despiste del chófer, eran dos de sus más conseguidas y reiteradas machangadas, de las que me declaro fiel aprendiz. Las imitaciones de personajes públicos, como Jerónimo Saavedra y Olarte (posteriormente, admirador confeso de Paco), también figuraron en su repertorio de vacilones. Si conocen a unos cuantos miembros de su familia, sabrán que era una cualidad inscrita en su ADN. Por cierto, una vez casi mata del susto a unas señoras en las Cuevas de Altamira, o en otras cercanas -no recuerdo bien- por un oportuno ladrido de imitación cuando el guía comentaba el parecido de una estalactita a un perro pequinés; unos niños que estaban cerca fueron severamente reprendidos por el guía. Varios lustros, duró la risa.

Vital y con determinación, un jiribilla incuestionable, no paraba la pata. Muchas veces, fuimos sólo a tomar café de Las Palmas a San Mateo, o una cerveza de San Andrés a Almáciga. Siempre estaba haciendo algo, yendo y viniendo; quieto, poco. Otra cosa era el deporte, que dejaba equivocadamente para otros. Los artilugios de todo tipo -emisoras de radio, pitas estridentes para el coche...- se hallaban entre sus modestas diversiones, que mostraba con alegría infantil cuando se trataba de alguna novedad llamativa. Una furgoneta preparada para vivir en ella, comprada de segunda mano y, poco a poco, mejorada, también fue pasión.

Pocas dudas, casi no recuerdo verlo titubear ante nada; radical en su pensar y actuar. En una bodega de Satautey, el bodeguero, lo llamaba cura macho, por su iniciativa y audacia. Como bien se recordó en su misa funeral de San Andrés, cuando habló, poco después de la toma de posesión, con el nuevo obispo de la Diócesis Canariense, Francisco Cases, le espetó, para empezar, que no le tenía miedo alguno. No olviden que fue activo miembro de una plataforma para lograr la designación de un obispo canario que sucediera a Ramón Echarren, lo que, con el nombramiento de Cases, no pudo evitarse. Otra cosa es que el vigor de esa lucha fuera en balde, la semilla no creo que cayera entre pencas de tunera.

El compromiso político con su país y con la clase dominada, difícil de expresar con claridad en una organización de jerarquía insoslayable, de pensamiento rígido y mayoritariamente conservador, le trajo más de un problema.
Como cura, por su extravagante conducta, costaba que muchos se lo creyeran, al menos, inicialmente. La extravagancia consistía en comportarse como cualquier persona que no fuera cura: vestimenta informal, bromas diversas, parrandas frecuentes... La verdad es que, en su favor, puede decirse, cuestionando la convicción popular, que no vivió como un cura. Lo mismo nombraba en la homilía a Carlos Marx, patrón de la clase obrera, que hacía una ofrenda a Secundino Delgado, padre de la patria canaria. No se trataba sólo de palabras, siempre estuvo al lado de los menos favorecidos y de la defensa del derecho a ser para nuestro pueblo. El dinero que tenía lo entregaba sin miramientos a quienes lo necesitaran. Gracias a esa costumbre, los herederos podrán dar fe de la fortuna que atesoró.
Izó una bandera canaria de siete estrellas en el mástil de su iglesia, primero; y una del arcoíris, después. Por la primera, se vio involucrado en una persecución rápidamente abortada gracias, salvo mejor parecer, a un colosal movimiento de solidaridad manifestado singularmente a través de Internet (http://www.elpuebloconelcurapacobello.com/).

El obispo de la Diócesis de Canarias, Francisco Cases Andreu, dijo, en el funeral de Paco en la iglesia de La Garita, que había que dejar para Dios las valoraciones sobre la vida terrenal; que él, el propio obispo, siempre tendría mayor confianza en el juicio divino que en el de los mortales. Yo, conocedor de las valoraciones de algunos mortales, y enemigo declarado de panegíricos, digo que, en vez de valoraciones, aquí quedan algunas constataciones: un hermano, un amigo, un nacionalista canario valiente, un referente en la Iglesia y fuera de ella, un hombre sencillo, del pueblo, que tuvo, que tiene, un millón de amigos y amigas.

Constato, también, la enorme satisfacción que debió sentir el obispo al echar agua bendita sobre la bandera canaria que cubría el pijama de madera de Paco, oír la atronadora ovación que siguió la colocación del paño tricolor de siete estrellas verdes por sus dos sobrinos, Melo y Pedro, y, sobre todo, pasar con báculo y mitra bajo el palio providencial de otra bandera nacional con crespón negro de casi cincuenta metros cuadrados, elevada por unas treinta personas a la salida de la iglesia. El Aguañak de Taburiente sonaba con orgullo electrizante. En el San Andrés lindo y pesquero, el de las blancas casitas, se repitió el acompañamiento trabajoso de la gigantesca bandera desde la iglesia hasta la avenida donde llegaba la maresía. Seguro que Paco, ni en sus mejores sueños vio tales imágenes. Son sólo constataciones; las valoraciones, para El Que Todo Lo Ve.

La ausencia de Paco nos va a acompañar a muchos hasta que llegue nuestra propia ausencia: la maldita parca es inevitable. Ahora, hasta que ese momento llegue, tenemos un ejemplo más en que apoyar nuestra lucha, que era la suya, la que hasta hace unos días llevábamos juntos, codo con codo, la de quienes tenemos, permítanme la paráfrasis, una opción preferencial por un país soberano e igualitario.
Hasta siempre, Paco. Como diría Benedetti, viviste adrede. Ahora, te conviertes en luz, nuevo faicán, que ilumina este pequeño y gran país. Esta Navidad de 2009 llueve también en nuestro corazón.

José Manuel Quintana Hernández

En Tacoronte, a 27 de diciembre de 2009

miércoles, 23 de diciembre de 2009

martes, 22 de diciembre de 2009

PACO BELLO HA MUERTO, SU TESTIMONIO NO

EL TESTIMONIO DE PACO BELLO SIGUE MUY VIVO: EL CURA NO DEPENDENTISTA

En estos momentos, ante su muerte física, nada mejor que leer sus palabras, su testimonio sigue muy vivo. Paco Bello afirmaba: "No creo en los políticos que se dicen nacionalistas y luego fomentan el pleito insular en Canarias".

El párroco de La Garita y Marpequeña (Telde) manifiesta a El Día que la bandera de las siete estrellas verdes representa "a mi tierra, a mi país, es símbolo de identidad y refuerza mi fe en Jesús de Nazaret, pues él también se desvivió por su pueblo"


Tinerfeño de nacimiento, Francisco Pérez Bello, al que conocen más como Paco Bello, es un sacerdote diferente. Diferente por algunas de sus iniciativas en favor de los colectivos marginados y desfavorecidos que, por lo pronto, no son habituales en el seno de la Iglesia. Como colgar la bandera del Orgullo Gay en una de sus parroquias. Pero el padre Bello también se considera político y defiende una bandera y una ideología que lleve a Canarias a no depender de los gobiernos de turno del Estado. Estudió Filosofía y Teología y, desde 1980, vive y ejerce su magisterio en Gran Canaria, actualmente en las parroquias de La Garita y Marquepeña, en el municipio de Telde.

-¿Por qué cree que se le considera un sacerdote diferente al resto de su gremio?

- La verdad es que todos somos distintos, no hay dos curas que seamos iguales en todo; los hay de todos los estilos y colores. También hay envidia y celos en el clero. Precisamente esto lo ha dicho un obispo hace poco.

-¿Y se siente observado o atacado especialmente por esa diferencia que marca algunas de sus iniciativas?

-Observado creo que nos sentimos todos los sacerdotes, porque quieras o no somos personas públicas que siempre estamos en el punto de mira de todos, incluido el de los compañeros, pero la Iglesia está formada por personas y eso es normal. Cuando un grupo de sacerdotes, que éramos más de cuarenta, hicimos una campaña para que los obispos de Canarias fueran canarios y para que en el Archipiélago se constituyera de una vez el Arzobispado de Canarias y no depender de Sevilla, hubo algunos sacerdotes que nos miraban mal e incluso pensaron que nosotros no éramos católicos, con lo que esa palabra significa, "universal". Precisamente eso es lo que más queríamos, porque en 650 años que lleva la Diócesis no ha habido sino un solo obispo canario por accidente, que era hijo de un regidor de Agüimes y que habían colocado los españoles durante la Conquista y que nació aquí por casualidad. Era el obispo Verdugo. -Entre esas iniciativas, incluso polémicas, estuvo el colgar la bandera del arco iris el día del Orgullo Gay en una de sus parroquias.

¿Se considera un hombre valiente?

-Valiente no. Me siento un hombre libre, consecuente con mis principios cristianos, y en todo momento intento seguir al Jesús del Evangelio, al Jesús libre frente a tantas hipocresías que existen en nuestro mundo. La bandera del arco iris es el símbolo, precisamente, de la libertad y de la tolerancia, de lo cual Jesús siempre dio muestras firmes de apostar por ellas.

¿Cómo no voy a apoyar a un colectivo que aún es denigrado e insultado por tantos intolerantes que no aceptan la diversidad?

Lo único que hice es poner en práctica el objetivo que el obispo Francisco Cases había marcado para el curso 2007-2008: "Abran las puertas".

-¿Y cómo justifica usted el representar a un colectivo, la Iglesia Católica, que no se caracteriza especialmente por ser tolerante con la homosexualidad?

-Yo no represento a ningún colectivo. Yo sólo me solidarizo con la causa de tantos y tantas que, aún hoy día, siguen discriminados, aún dentro de la Iglesia, por parte de algunos de sus miembros. La Iglesia no sólo son los obispos y sacerdotes. La gran mayoría son seglares. La Iglesia somos todos los bautizados. Hace poco a un obispo de la Diócesis de Saltillo, en México, se le hizo un reconocimiento público por parte de los cristianos gays. Este obispo católico de México organizó en su Diócesis el segundo festival del Orgullo Gay, así que no toda la Iglesia es igual. -

¿Por qué cree usted que la Iglesia se ha desviado tanto de lo que predicaba Jesucristo en apoyo a las diferencias y a los más desfavorecidos?

-Creo que aún hay cristianos y cristianas que siguen defendiendo y luchando por la causa de los pobres, siendo voz de los sin voz, siguiendo el ejemplo de Jesús. Y también hay algunos cristianos que defienden lo contrario, poniéndose junto a los poderes fácticos de este mundo y fomentando la intolerancia y el fundamentalismo para sostener su actitud antievangélica.

-¿Cómo cree que se vive la política en la Iglesia?

-La Iglesia está formada por personas que viven en una sociedad, que están influidas por el ambiente donde viven. Por eso la Iglesia también hace política desde el momento en que expresa su opinión e intenta anunciar el Evangelio de Jesús. Por eso es un error decir que la Iglesia no debe hablar de política, o que no debe meterse en política, porque si anuncia el Evangelio de Jesús ya está haciendo política. -En el despacho de una de sus parroquias tiene usted una bandera canaria con las siete estrellas verdes,

¿qué significado tiene para usted?

-Yo vivo en Canarias, no voy a poner la bandera de Madrid, con todos mis respetos para los madrileños; es lo más coherente para un canario auténtico. En mi despacho de La Garita, es verdad, tengo una bandera canaria, símbolo de una Canarias unida; eso es lo que siempre llevo en el corazón, a todas las Islas. No creo en los políticos que se dicen nacionalistas y luego fomentan el pleito insular. Mientras el pueblo no se dé cuenta de que juntos podremos hacer que Canarias cambie a nuestro gusto, los políticos seguirán sacando beneficio a costillas de nuestra división. Para mí, la bandera representa a mi tierra, a mi país, es símbolo de identidad y refuerza mi fe en Jesús de Nazaret, pues él también se desvivió por su pueblo. De hecho, el próximo miércoles 22 de octubre es el 44 aniversario de la bandera nacional canaria. Para celebrarlo, un grupo de sacerdotes queremos enarbolar nuestra enseña en el parque Doramas de la capital grancanaria, en el monumento de Atis Tirma. Será a las cinco de la tarde. -A usted lo denunciaron por colocar esa bandera... -Sí, dos catequistas de La Garita me denunciaron ante el Juzgado número 5 de Telde, ante la Policía y ante el obispo por poner la bandera canaria durante las fiestas en lo alto de la iglesia. Eso hizo que el pueblo canario, la gente de mi parroquia en especial, empezara a conocer el significado que tiene este símbolo en el corazón de todos los que aman Canarias. Cuando conocieron que la juez sobreseyó el caso hubo un gran apoyo popular hacia mi persona y hacia la bandera tricolor.

-¿Se considera independentista canario?

-Yo siempre digo que a mí no me gusta ser dependentista, no me gustan las dependencias, no me gustan las ataduras, me gusta depender sólo de Jesús de Nazaret. Un pueblo que esté sometido nunca avanzará hacia el progreso. Ahí tenemos los datos de Canarias respecto al paro, a la sanidad, al índice de fracaso escolar, a la degradación del medio ambiente, a la corrupción, al índice de precios al consumo... en todo vamos a la cola respecto a las demás comunidades autónomas y, si no, recuerden las estadísticas que frecuentemente publica el Instituto Canario de Estadística (Istac) y los mismos medios de comunicación. Otro ejemplo es que los pueblos que dependen de una potencia extranjera pertenecen al tercer mundo, porque la fuerza dominante no le deja desarrollarse. Nos han hecho depender del exterior en todo para tenernos dominados. El obispo emérito de Sao Félix, en Brasil, Pedro Casaldáliga, decía que nosotros los sacerdotes debíamos ayudar a descolonizar el mundo. Y añadía: 'Ni colonizadores ni colonizados. A ellos, víctimas del holocausto del lucro y del etnocentrismo, les agradaría vivir humanamente y poder ver a los seres humanos en todos, incluso en sus posibles colonizadores de ayer y de hoy, militares o eclesiásticos, políticos o intelectuales...". -Un amigo suyo, el padre Fernando Báez, afirma que la Iglesia es política y que un sacerdote que no haga política no es sacerdote.

¿Está de acuerdo? ¿Qué añade a esta afirmación?

-El mensaje de Jesús apuesta por los pobres, por los desfavorecidos de esta sociedad; se pone, de una forma clara, de parte de los más desfavorecidos. Esto ya es política, desde que defendemos los valores del Reino de Dios estamos haciendo política. Y desde que los documentos de la Iglesia hablan de justicia social estamos hablando de política. Parece que está de moda decir que no se quiere hablar de política. Creo que eso es falso, puesto que desde que nos posicionamos en la sociedad ya estamos adoptando una postura política. Cuando vemos a las autoridades civiles o militares en una procesión o en una Eucaristía, con sitios reservados para ellos, esa actitud es política, pero política de la mala. Cuando el centro teológico de Canarias, en Las Palmas, realizó una mesa redonda para reflexionar sobre las elecciones y sólo invitó a ciertos partidos políticos, como PSOE, PP, CC y discrimina a otros partidos independentistas, esa acción es descaradamente política a favor de una opción. Creo que la Iglesia no debe tomar opción por ningún partido determinado. En todos los partidos, guste o no guste, hay hijos de Dios. -Ha habido casos de sacerdotes que han dejado sus hábitos para emprender una carrera política. El más reciente está en Paraguay, donde su actual presidente dejó su ministerio como obispo para presidir el país.

¿Haría lo mismo (dejar sus hábitos) si las circunstancias así lo establecieran?

-Para nada. Creo que desde la opción de obispo o sacerdote se puede llevar el destino de un país. Igual estaría bien dejar la responsabilidad pastoral mientras dure el cargo político, pero no reducir a nadie al estado laical. Tenemos el ejemplo de Andorra y la Sede de Urgell, donde un obispo es presidente del país. -Muchos sectores de la sociedad coinciden en que la política ha caído en lo más bajo, asociada en muchas ocasiones a casos de corrupción y enriquecimiento ilícito de sus integrantes.

¿Es peor la política en Canarias que en otras comunidades?

-La verdad es que hay motivos para pensar así. Vemos cómo el mismo vicepresidente del Gobierno de Canarias (PP) está siendo investigado por la Fiscalía y aquí no pasa nada; tenemos el "caso Faycán" en Telde; el de Las Teresitas, donde Miguel Zerolo y otros políticos también están siendo investigados. Y aquí nadie dimite. La política de Canarias, como la de España, está muy viciada; habría que animar a los legisladores para que lleguen a la conclusión de que las listas abiertas son una buena solución para acabar con la corrupción. También habría que legislar un tiempo máximo en que una persona estuviera en la Presidencia del Gobierno, no más de ocho años.

Fuente: El Día (Tenerife)
Publicado por IGLESIA CANARIA http://iglesiacanaria.blogspot.com , su periódico digital.

domingo, 20 de diciembre de 2009

LOS PRUDENTES...


Esta claro que esta no es una “virtud” teologal… La prudencia que tantas veces es asumida con vehemencia por muchos, no solo en la Iglesia, no es más que permanecer a la espera, no dejar que la vida fluya sino mantener una distancia para que esta, la Vida, no te salpique.
Mi amigo, mi hermano, mi compañero de camino, que lleva ya 25 años en esto, salió enfadado de Lanzarote el pasado martes… Cuando intentábamos hacer una lista de gente dispuesta a poner su nombre, solo a eso, a poner su nombre se encontró con otra lista: la de los prudentes. Llamamos algunos y a otros, ni lo intentamos, pues ya dábamos por hecho que querían reflexionar, meditar, orar, rehacer, pensar y todos esos verbos que al calor de la prudencia ayudan al sujeto a no posicionarse, o mejor dicho, a posicionarse lejos de todo lo que les pueda afectar.
Y miren por donde, tantas veces que he experimentado el mismo enfado por posturas parecidas me lleva a compartir con ustedes esta reflexión.
No pertenece a Dios la prudencia. (Hasta el nombre es feo. No sé si esto me viene por una compañera del instituto que así se llamaba, aunque bastante guapa era muy antipática…) Actuar con precaución para evitar posibles daños, esta es su definición; la prudencia, no pertenece a la realidad creadora de Dios, que dejando en nuestras débiles manos el paraíso, tardamos muy poco en convertirlo en un infierno. No evitó posibles daños sino que se dejó llevar por un amor apasionado a la obra creada y en nuestra maravillosa libertad hemos sido capaces de ir trabajando a lo largo de los siglos para que podamos empujar la historia hasta sus entrañas de misericordia. Y así desde que el mundo es mundo, Él ha ido actuando en el corazón de su pueblo, de su gente para que lanzándose a nuevos caminos buscaran la tierra que mana leche y miel. Y así, Abraham imprudentemente se aventuró a dejar su tierra, su parentela y la casa de su padre y se puso en marcha; la hospitalidad del desierto aprendida a lo largo de los siglos sirvió a Abraham para recibir en su tienda al mismo Dios, que le regaló un hijo que de nombre tenía que ver con la sonrisa… Tranquilos no voy hacer un recorrido por la palabra de Dios porque sería muy pretencioso por mi parte pero si que me apetece descubrir, en Moisés, los profetas, las huellas de un Dios que se deja llevar por amor, tal es así, que a su pueblo que tantas veces renegó de Él, abrió siempre las puertas de su corazón para seducirle como un joven seduce a su doncella apasionadamente aunque ésta, haya sido una auténtica “puta” …
No pretendo un nuevo artículo en el credo, de nuevo otra broma, pero si que suelo compartir con la gente la necesidad que tenemos de ir llenando el Credo que aprendemos de memoria de experiencia de Dios; Creo en un Dios que se aleja de la prudencia de Jonás, (auque sea él el que marcha lejos), y perdona a su pueblo como tantas veces lo ha hecho y lo seguirá haciendo. Creo en un Dios que actúa por amor, y aquí, amigo mío, no cabe la prudencia… Porque es en el amor, que vemos como dice Juan en su carta, el que nos permite saber que estamos vivos, Vivos en la Vida, que se hace verdad cuando Aminetu Haidar tiene ovarios para ponerse en huelga de hambre arriesgando su vida porque quiere un mañana de libertad para sus hijos, para su pueblo; se hace verdad cuando no calculamos tantas cosas y nos lanzamos a estar en las causas perdidas, con los que sufren, con los que lloran, así que hermanitos amemos las virtudes teologales, la esperanza, la fe, el amor, “la mas excelentes de todas” como nos dice Pablo.
A veces que andamos tan preocupados con un vosotros o un ustedes, con un quítame allá ese pan que si no tiene gluten no es valido para la eucaristía, me parece que nos falta mucha imprudencia, mucha libertad para seguir Aquel que cometió la gran imprudencia de Dar la Vida por nosotros…

Sergio Afonso Miranda, párroco de Hoya La Plata y Casa Blanca, Las Palmas

viernes, 11 de diciembre de 2009

LA VIDA ESTÁ ANTES QUE LA LEY

La huelga de hambre de la activista saharaui, Aminetu Haidar, trae de cabeza a media España. Esta mujer ha tomado la firme decisión de morir de hambre antes que ceder a los intereses del Reino de Marruecos, que no está dispuesto a conceder absolutamente en nada que ponga en cuestión sus intereses económicos en el Sahara Occidental.

El Gobierno Español ha hecho numerosas gestiones, al menos, para convencer a Haidar de que, siquiera de momento, se deje alimentar para salvar su vida. Pero, por lo visto, ella está dispuesta a inmolarse por salvar a su pueblo de los atropellos a los derechos y libertades que la ONU les ha querido garantizar repetidas veces.

Los políticos españoles andan consultando a los juristas qué es lo que se puede hacer en un caso así. Un caso que, según parece, no está expresamente previsto en las leyes vigentes. De ahí las consultas a los expertos, para encontrar una justificación legal a la situación planteada por esta mujer.

Yo no discuto si ella es libre para inmolarse. Como cualquiera puede ser libre para suicidarse. Las leyes no entran en eso, porque ¿qué castigo se le va a imponer a un difunto? El problema más inmediato está, a mi manera de ver, en si, cuando se presente un caso así, lo primero es el "imperio de la ley" o lo primero es la "protección de la vida".

Pues bien, planteado así el problema, la solución - desde el punto de vista cristiano - está muy clara: lo primero en la vida es defender la vida, asegurar la vida, dignificar la vida, proteger la vida.

Por eso, según el Evangelio, cuando Jesús encontraba a un enfermo o un lisiado, aunque la Ley religiosa lo prohibiera, el enfermo quedaba curado. Porque, para Jesús, la vida está antes que la ley, aunque sea la Ley Divina.

¿No tendríamos que ponernos todos de parte de esta mujer, para defender su vida y su noble proyecto, por más que quizá no estemos de acuerdo con los procedimientos que Haidar ha adoptado para lograr lo que pretende? ¿Qué criterios rigen nuestras convicciones más hondas? ¿Los criterios emanados del Derecho Romano o los criterios que propone el Evangelio?

José M. Castillo en www.feadulta.com

martes, 8 de diciembre de 2009

¿A QUÉ ESTÁIS ESPERANDO? MEDITACIÓN DE ADVIENTO SÓLO PARA OBISPOS

¿Qué os ha ocurrido queridos hermanos Obispos? ¿Quién os ha cerrado los ojos? ¿Cómo no oís el clamor de este Pueblo que busca guías fieles y ejemplos evangélicos?

¿Habéis olvidado vuestros días de fervor? Os imagino orando con fe reventona, con el clamor del Evangelio en las entrañas, con el amor al Pueblo de Dios apretado a la cintura hasta confundirse con vuestra propia carne.
¿Qué pasa cuando os nombran Obispos? ¿Qué cambia en vuestro interior? ¿Por qué os dejáis uncir como silentes bueyes a la uniformidad, al paso lento, al pensamiento único, a los arcaicos signos y estructuras? Eso no es unidad, hermanos míos, eso es claudicación ante la permanente llamada del Espíritu renovador. ¿No sois vosotros los adalides del Evangelio? Pues deberíais ser los primeros en reflejar el permanente dinamismo de la vida: "He venido para que tengan vida y la tengan abundante" (Jn 10,10).
Sin embargo, os percibimos atrincherados e inmovilizados bajo el incienso de vuestros turiferarios. ¿Os habéis fijado -por ejemplo- en quiénes conforman vuestros Consejos? Con los laicos contáis poco, pero los que escogéis son siempre los bailadores del incensario. No toleráis los distintos, críticos, disconformes, heridos, perdidos o buscadores. Habéis borrado de vuestro particular evangelio a los "zaqueos", "magdalenas", "mateos", "leprosos", "paralíticos", "cananeas", "adúlteras", "bartimeos", "samaritanos" y demás gente sospechosa. Os encanta rodearos de doctores, escribas y fariseos.
Por supuesto, la oveja perdida ya falleció de cansancio, desorientación y hambre hace mucho tiempo. "Porque voy a poner en este país a un pastor insensato, que no se preocupará de la oveja perdida, ni buscará la que anda descarriada, ni curará a la herida, ni alimentará a las sanas; sino que comerá la carne de las más gordas y no dejará ni las pezuñas" (Zac 11,16).
Podría seguir con Ezequiel 34, pero de sobra lo conocéis. La Escritura debería, al menos, cuestionaros.
Hoy sólo quiero invitaros a meditar sobre vuestros signos, vuestra apariencia, vuestra imagen ante nosotros y ante el mundo. Bajo la pesada losa de la uniformidad e inmovilismo canónicos os amancebáis con la pompa, el lujo, la púrpura, el boato y la profanidad. ¿Os sentís cómodos con vuestras coronas, cetros y tronos? Un sirviente no necesita ostentosa corona. No es propio, no es adecuado, no es digno. Su entrega, su servicio y su sudor son su auténtica diadema.
Un pastor bueno escucha, conoce y camina sencillamente entre sus ovejas: "Conozco a mis ovejas y ellas me conocen" (Jn 10,14). No se ciñe picuda corona, ni se fabrica relucientes cetros, sino que apoya su cansancio en un palo, que eso es un cayado.
Si queréis ser guías, mostrad con vuestro ejemplo la luz del Evangelio. No os endioséis en tronos y sitiales que nos confunden y abochornan. No aceptéis palio, baldaquino o dosel para ensalzar vuestra dignidad, porque nada de eso necesitáis para vuestra misión. Es muy difícil percibiros como apóstoles porque no sólo habéis caído en la ambición de vuestra carrera eclesiástica: "uno a tu derecha y otro a tu izquierda" (Mt 20,21), sino que os habéis subido al mismísimo trono divino con la excusa de que sois sus representantes, sus vicarios, sus apoderados, sus mediadores, su autoridad.
Vuestros signos no son los del Señor: "El más pequeño de vosotros ése es el más importante" (Lc 9,48). "Ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón" (Mt 10,10). ¿Cómo podremos reconoceros con tanto disfraz?
Rechazad toda apariencia de poder! ¡No os es lícito convivir con esa concubina del encumbramiento, el fasto y oropel! Vuestra legítima esposa es la Iglesia, este Pueblo fiel que os busca y os ama a pesar de todo…
Buscad los signos del Señor: "Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen con su poderío. No será así entre vosotros, sino que, si alguno de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, que sea el servidor de todos" (Mt 20,25).
¿Cómo podéis haceros llamar Santidad o Santo Padre? ¿Por qué no os habéis conformado con el “servus servorum”? ¿No sois vosotros los especialistas en Escritura? Sus palabras son nítidas y transparentes:

- "Sólo Dios es Santo" (Mt 19,17).
- "Tú eres el único Santo" (Ap 15,4).
- "Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo darás culto" (Mt 4,10).
- "No a nosotros, Señor, no a nosotros sino a tu nombre da la gloria" (Sal 115).
- "Pero vosotros no os dejéis llamar maestro, porque uno es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. A nadie en la tierra llaméis padre, porque uno solo es vuestro Padre, el celestial. Ni os dejéis llamar preceptores, porque uno solo es vuestro preceptor: el Mesías. El más grande de vosotros que sea vuestro servidor. Pues el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado" (Mt 23,8).
Y lo cantamos a voz en cuello: "Sólo Tú eres Santo, sólo Tú Señor, solo Tú Altísimo Jesucristo" (Gloria).

¿Cómo podéis haceros llamar “monseñor”, mi señor? Me aterra la lucidez que os ha sorbido esa aduladora vanagloria con la que vivís. "¡No os es lícito!" (Mt 14,4).
Me duele hasta el hondón del alma la ceguera a la que os ha reducido. Camináis ciegos y sordos bajo vuestras ilustrísimas, excelentísimas, reverendísimas y eminentísimas contradicciones. Cuanto más os encumbráis más lejos estáis de este Pueblo y de su Dios.



Habéis sido nombrados servidores para ayudar, no para vuestro propio medro y prestigio. "¿Cómo podéis creer, si sólo buscáis honores los unos de los otros, y no buscáis el honor que viene del Dios único?" (Jn 5,44).

Os vestís afeminadamente con llamativos colores, sedas, rasos, encajes y borlas. No me refiero a los ornamentos eucarísticos, que prestan un servicio cara al Pueblo, sino a los que usáis para vuestra pompa personal. Os encofráis la cabeza con arcaicos perifollos y os significáis bajo teatrales capas. Os ceñís fajines de generales y nobles, aceptáis reverencias ante vuestra pobre humanidad y no dais un paso sin vuestro maestro de ceremonias. ¿Es propia del reino de Dios tanta farándula?
"Guardaos de los maestros de la ley, a los que les gusta pasearse con vestidos ostentosos, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes" (Mc 12,38).

Os colgáis preciosos pectorales, como insignias o condecoraciones, pretendiendo que signifiquen vuestro cristianismo. ¿Se os ha olvidado cómo era la Cruz del martirio del Señor? ¡Madera de la más basta! ¿Por qué no vemos sobre vuestro pecho -y no sobre hartas barrigas- una sencilla cruz de madera con la silueta del Crucificado grabada a fuego? Eso sí lo entenderíamos. ¿Es poco para vosotros? ¿Tan cogidos os tiene la pecadora ostentación?
Qué buen ejemplo daríais a muchos católicos que pervierten la cruz en presuntuosa joya de lujo; a muchas religiosas que trocaron la cruz por inexpresivos colgantes; a muchos sacerdotes que, abandonando todo signo de su misión, se ocultan bajo mundanas corbatas o se aderezan con anillos y pendientes. De tal palo, tal astilla.
Vuestras manos han sido consagradas para bendecir, ayudar, perdonar y guiar. Pero vosotros las habéis paganizado con grandes anillos. ¿No os importa nada escandalizar? "Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una rueda de molino y lo tiraran al mar" (Mc 9,42).



"Hacen todas sus obras para que los vean los demás. Ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto" (Mt 23,5). "¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que cerráis el reino de Dios a los hombres! ¡No entráis vosotros ni dejáis entrar a los que quieren!" (Mt 23,13).
Por si todo eso fuera poco habitáis en palacios, usáis blasones nobiliarios, os hacéis pintar grandes retratos para memoria de los años venideros. ¿Memoria de qué? ¿De vuestro amancebamiento con el poder, el lujo, la fama, la imagen, la ostentación y la vanidad del mundo?
"Por los frutos les conoceréis" (Mt 7,16). Habéis elegido, como signos de vuestra dignidad, la exhibición de vuestra indignidad cristiana porque os habéis rodeado de signos paganos. ¿No es eso lo que se aprecia, a simple vista, sólo con observar cómo os presentáis ante la Iglesia? "Vosotros sois los que os las dais de intachables ante la gente, pero Dios os conoce por dentro, y ese encumbrarse entre los hombres le repugna a Dios" (Lc 16,15).
Sé que en los últimos años os habéis simplificado, pero "os falta un largo camino" (1Re 19,7). Sé que sois “creyentes”, algunos incluso "fervorosos creyentes", pero no resultáis “creíbles” porque os falta coherencia.
Me duele tener que deciros todo esto. Siento una terrible vergüenza porque un pecador no es el indicado. Pero no tengo más remedio que expulsar esta profecía que me lleva corroyendo las entrañas mucho, muchísimo tiempo… ¡Daría por vosotros la vida! Pero no puedo silenciar la contaminación mundana que os rodea.
"Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento. Mi conciencia, bajo la acción del Espíritu Santo, me asegura que digo la verdad. Tengo una tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor" (Rom 9,1).
Tengo la esperanza de que, alguna vez, cuando os arrodilléis a orar ante una talla del Crucificado, os fijéis bien en el vestido que arropa su dignidad, en los rubíes que adornan sus manos, en su corona de Rey, en la magnífica sede magisterial desde la que enseña. Espero, tengo la esperanza, de que esa visión sea el comienzo de vuestra liberación.
Hoy os ruego que meditéis sólo sobre vuestros signos externos, lo que se ve, lo que os desprestigia y os ata. No me siento con fuerza para hablar de vuestro autoritarismo o de vuestra afición a arrancar supuestas cizañas sin esperar a la siega, en contra del mandato evangélico: "¡No! No sea que al recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo" (Mt 13,29).
Tampoco quiero extenderme con vuestro protagonismo, con vuestra creencia de que sois los garantes de la Iglesia, es más, de que sois "La Iglesia". ¿Se os olvidó que quien dirige y garantiza es el Espíritu Santo? ¿Por qué no lo veis caminando entre el Pueblo?
Habéis institucionalizado vuestros escándalos, por eso no los veis. Todo lo justificáis bajo un burdo disfraz: la sacralización. Esa capacidad que os arrogáis para convertir en sagrado lo profano o inmoral. Habéis llegado a sacralizar y santificar el oro, la plata, las joyas, las piedras preciosas, el arte profano, es decir, la riqueza mundana. Convertís el oro en “oro del templo” y todos justificados. Habéis promocionado su uso, acumulación y exhibición como signos de religiosidad. Coronáis y enjoyáis imágenes, construís riquísimas custodias, coleccionáis valiosos cálices, copas, relicarios, etc. ¿De verdad creéis que el Señor se encuentra cómodo entre tanta brillante riqueza?

Decís: “para el culto a Dios lo mejor, lo más valioso”. ¿De verdad pensáis que lo más valioso es la riqueza material? ¿Qué haremos entonces los que, como vuestros predecesores Pedro y Juan, "no tenemos oro ni plata" (He 3,6)?
Habéis sustituido los “novillos cebados” por lujos y objetos preciosos. ¿Eso le agrada al Señor? "Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable" (Cant 8,7).
¿Se os olvidó que el verdadero culto a Dios está unido a la misericordia? "Cuando lo hicisteis con alguno de éstos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt 25,40). "Porque yo quiero amor, no sacrificios; conocimiento de Dios, y no holocaustos" (Os 6,6).
Incluso habéis creado museos para exhibir la historia de vuestras riquezas, algunas muy antiguas, como antigua es vuestra ceguera. El otro día me hirió de repente una visión aberrante: un famoso Nazareno con corona de espinas… ¡de oro! ¡Qué corrupción tan infame de la religión!

- "Si me ofrecéis holocaustos y ofrendas, no los aceptaré; no me digno mirar el sacrificio de vuestros novillos cebados… Quiero que el derecho fluya como el agua y la justicia como torrente perenne" (Am 5,22).

- "Escuchad mi voz, y yo seré entonces vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo; seguid cabalmente el camino que os he prescrito para vuestra felicidad" (Jr 7,22).

- "Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados, y esa herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego" (Sant 5,2).

Mientras tanto, muchos hermanos nuestros suplican medicinas, pan, escuelas, iglesias, catequesis, tantas y tantas cosas muchísimo más importantes que la riqueza que atesoráis en museos y sacristías. "No atesoréis en la tierra, donde la polilla y el orín corroen y donde los ladrones socaban y roban. Atesorad, más bien, en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen, ni los ladrones socaban ni roban" (Mt 6,19).
"Anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres… después ven y sígueme" (Mt 19,21). ¿No fue eso lo que os dijo al principio, cuando os miró y llamó con tanto amor? ¡Volved al desierto "donde os hablaré al corazón, como en los días de juventud"¡ (Os 2,16).
No es que los tiempos estén en vuestra contra, ni que haya católicos lenguaraces que os abominan. Es que vosotros mismos os habéis desprestigiado, os habéis convertido en sonrojo para los de dentro y en irrisión para los de fuera. Es que vuestro escándalo clama al cielo y el Pueblo no cesa de llorar por vosotros y por vuestra amnesia: "el dios del mundo éste les ha cegado la mente y no distinguen el resplandor de la buena noticia del Mesías glorioso, imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor, y nosotros somos vuestros siervos por amor de Jesús" (2Cor 4,4).
¡Desnudaos, sumergíos en el Evangelio, volved al corazón de la Iglesia! "Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual, teniendo la naturaleza gloriosa de Dios, no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, en su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Fil 2,5).
Empezad por los signos y atributos, no os dejéis engañar. ¡Volved, volved y caminaremos juntos hacia la evangelización de nuestra Iglesia! No cerremos los oídos a la dulce voz: "¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a Mí!" (Cant 2,10). ¡Volved y podréis vivir con gozo vuestra misión de santificar, enseñar y gobernar en medio del Pueblo!
Hace poco Benedicto XVI, citando a san Juan Leonardi, dijo textualmente: "La renovación de la Iglesia debe comenzar en quien manda y extenderse al resto". ¿A qué estáis esperando?
¡No me lo digáis! Lo sé, lo sé... "Todo tú eres pecado desde que naciste, y ¿nos enseñas a nosotros?" (Jn 9,34). ¡Tenéis razón! Por eso necesito vuestra ayuda, vuestro ejemplo, vuestro caminar delante. ¡Ayudadme, por favor, ayudadme! ¡No me dejéis cargado con mis pecados y los vuestros!

Jairo del Agua en www.feadulta.com