domingo, 20 de diciembre de 2009

LOS PRUDENTES...


Esta claro que esta no es una “virtud” teologal… La prudencia que tantas veces es asumida con vehemencia por muchos, no solo en la Iglesia, no es más que permanecer a la espera, no dejar que la vida fluya sino mantener una distancia para que esta, la Vida, no te salpique.
Mi amigo, mi hermano, mi compañero de camino, que lleva ya 25 años en esto, salió enfadado de Lanzarote el pasado martes… Cuando intentábamos hacer una lista de gente dispuesta a poner su nombre, solo a eso, a poner su nombre se encontró con otra lista: la de los prudentes. Llamamos algunos y a otros, ni lo intentamos, pues ya dábamos por hecho que querían reflexionar, meditar, orar, rehacer, pensar y todos esos verbos que al calor de la prudencia ayudan al sujeto a no posicionarse, o mejor dicho, a posicionarse lejos de todo lo que les pueda afectar.
Y miren por donde, tantas veces que he experimentado el mismo enfado por posturas parecidas me lleva a compartir con ustedes esta reflexión.
No pertenece a Dios la prudencia. (Hasta el nombre es feo. No sé si esto me viene por una compañera del instituto que así se llamaba, aunque bastante guapa era muy antipática…) Actuar con precaución para evitar posibles daños, esta es su definición; la prudencia, no pertenece a la realidad creadora de Dios, que dejando en nuestras débiles manos el paraíso, tardamos muy poco en convertirlo en un infierno. No evitó posibles daños sino que se dejó llevar por un amor apasionado a la obra creada y en nuestra maravillosa libertad hemos sido capaces de ir trabajando a lo largo de los siglos para que podamos empujar la historia hasta sus entrañas de misericordia. Y así desde que el mundo es mundo, Él ha ido actuando en el corazón de su pueblo, de su gente para que lanzándose a nuevos caminos buscaran la tierra que mana leche y miel. Y así, Abraham imprudentemente se aventuró a dejar su tierra, su parentela y la casa de su padre y se puso en marcha; la hospitalidad del desierto aprendida a lo largo de los siglos sirvió a Abraham para recibir en su tienda al mismo Dios, que le regaló un hijo que de nombre tenía que ver con la sonrisa… Tranquilos no voy hacer un recorrido por la palabra de Dios porque sería muy pretencioso por mi parte pero si que me apetece descubrir, en Moisés, los profetas, las huellas de un Dios que se deja llevar por amor, tal es así, que a su pueblo que tantas veces renegó de Él, abrió siempre las puertas de su corazón para seducirle como un joven seduce a su doncella apasionadamente aunque ésta, haya sido una auténtica “puta” …
No pretendo un nuevo artículo en el credo, de nuevo otra broma, pero si que suelo compartir con la gente la necesidad que tenemos de ir llenando el Credo que aprendemos de memoria de experiencia de Dios; Creo en un Dios que se aleja de la prudencia de Jonás, (auque sea él el que marcha lejos), y perdona a su pueblo como tantas veces lo ha hecho y lo seguirá haciendo. Creo en un Dios que actúa por amor, y aquí, amigo mío, no cabe la prudencia… Porque es en el amor, que vemos como dice Juan en su carta, el que nos permite saber que estamos vivos, Vivos en la Vida, que se hace verdad cuando Aminetu Haidar tiene ovarios para ponerse en huelga de hambre arriesgando su vida porque quiere un mañana de libertad para sus hijos, para su pueblo; se hace verdad cuando no calculamos tantas cosas y nos lanzamos a estar en las causas perdidas, con los que sufren, con los que lloran, así que hermanitos amemos las virtudes teologales, la esperanza, la fe, el amor, “la mas excelentes de todas” como nos dice Pablo.
A veces que andamos tan preocupados con un vosotros o un ustedes, con un quítame allá ese pan que si no tiene gluten no es valido para la eucaristía, me parece que nos falta mucha imprudencia, mucha libertad para seguir Aquel que cometió la gran imprudencia de Dar la Vida por nosotros…

Sergio Afonso Miranda, párroco de Hoya La Plata y Casa Blanca, Las Palmas

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