jueves, 30 de julio de 2009

DERECHOS Y PECADO

Cuando el gobierno de un país constitucionalmente aconfesional legisla, lo hace en virtud del poder que le otorga el voto de las urnas. El poder le viene del pueblo y el gobierno lo ejerce de acuerdo a esa constitución, mirando al desarrollo integral de la ciudadanía a quien sirve. No vale por tanto refugiarse en un complejo de persecución por la simple percepción de que la ley emanada de ese gobierno no concuerda con los postulados de una confesión religiosa.

Este complejo de persecución afecta en el caso de España a la religión católica y nace de dos apriorismos ajenos al quehacer político del país. Se parte, en primer lugar, de la posesión absoluta y exclusiva de la verdad. Este monopolio trunca la búsqueda como tarea humana inalienable, y es consecuencia, en segundo término, de una inercia histórica que tiene su origen en el concubinato Iglesia-Estado mantenido durante cuarenta años. Muerto el dictador, la Iglesia no se acostumbra a su luctuosa viudedad y permanece plañidera junto a la tumba del Valle de los Caídos añorante no sólo de su figura salvadora de la patria, sino de los beneficios que su presencia le reportaba.

La Constitución del 78 tuvo la valentía de echarse a caminar sin la sombra protectora de un Dios en el que siempre nos apoyamos los que vivimos el triste período anterior por imposición política y jerárquica. Deberíamos en el futuro vivir a la intemperie, modelándonos en el vértigo de la libertad, abriéndonos camino hacia la muerte como plenitud humana, soportando gozosamente la soledad ontológica que cada uno somos.

El hombre se interpreta a sí mismo como pregunta, como interrogante oscura que se sustenta en la projimidad, en el encuentro amoroso, en la esperanza preñada de utopía. (Digamos entre paréntesis que este es el hombre laico, pero que tal vez sea también la forma única de ser cristiano)

En este auténtico sentido del quehacer humano y humanizante, la Iglesia no debe sentirse paralela a la situación existencial del hombre ni experimentarse desplazada cada vez que la sociedad haga senderos, invente horizontes y camine resueltamente hacia ellos. Cada uno es responsable de sí mismo ante la propia conciencia.

No se entierra el amor cuando una pareja decide buscar amaneceres distintos con su mochila enamorada. ¿Es pecado el divorcio? Allá. Pero ciertamente no es un delito. ¿Es pecado la homosexualidad? Algunos, qué triste, no entenderán nunca el perfil exquisito de las rosas porque son adoradores incondicionales de las espinas.

La Iglesia necesita vivir en viernes santo, velando el cadáver de algún muerto espúreo, y prohíbe la explosión resurreccional de la libertad humana. Es domingo en los rosales y en el abrazo laico de las olas.

Rafael Fernando Navarro
http://marpalabra.blogspot.com

domingo, 26 de julio de 2009

EL DEFENSOR DEL CREYENTE

Como es sabido, desde 1981, en aplicación del artículo 54 de la Constitución española, existe en nuestro país el cargo de “defensor del pueblo”, designado por las Cortes, para la defensa de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Al igual que el defensor del pueblo, tenemos el defensor del paciente, del consumir, del asegurado, del cliente...

Se comprende, además, que estos cargos son, no sólo importantes, sino sobre todo necesarios. Porque las leyes, por muy bien hechas que estén, no pueden prever todos los casos en los que una persona se puede ver vulnerada en sus derechos. La complejidad de la vida y de las situaciones es imprevisible.

Así las cosas, se comprende que un enorme colectivo de ciudadanos, que se pueden ver vulnerados en sus derechos fundamentales, y desprotegidos en la defensa de tales derechos, somos los creyentes, sea cual sea la confesión religiosa a la que cada cual pertenezca.

Y aquí me parece importante destacar cuatro hechos:

1) Las creencias religiosas tienen, para muchas personas, una importancia decisiva.

2) Las creencias religiosas pueden entrar en conflicto con derechos y obligaciones civiles fundamentales en la vida de los ciudadanos.

3) En los asuntos que conciernen a los propios dogmas o creencias, las religiones se sienten más inclinadas a imponer obligaciones que a reconocer derechos.

4) Cuando se presentan situaciones de conflicto entre las obligaciones religiosas y los derechos cívicos, los dirigentes religiosos suelen anteponer las obligaciones “divinas”, a los derechos “humanos”.

Todos sabemos la interminable casuística y las constantes situaciones conflictivas que se plantean en este complejo orden de cosas. Teniendo en cuenta que, con relativa frecuencia, los problemas más serios, a los que se ven confrontados los creyentes, no provienen de sus relaciones con el Estado, sino sobre todo con la propia religión, es evidente que, cuando se trata de estos problemas, estrictamente religiosos, el recurso a un tribunal civil, al menos en principio, no tiene sentido, ya que las creencias religiosas, por su misma naturaleza, son convicciones libres, de las que cualquier funcionario de un juzgado no tiene por qué saber ni por qué preocuparse.

Pero esto, que en teoría es lógico y razonable, en la práctica diaria de la vida y tal como funciona la psicología de muchas personas, puede plantear (y de hecho plantea) situaciones humanas que pueden llegar a ser extremadamente graves. Sobre todo, si tenemos en cuenta que las creencias religiosas tocan en lo más íntimo de la persona. Y además tocan en esa intimidad manejando (a veces, con suprema habilidad) los sentimientos de culpa, mediante los que el sujeto puede verse a sí mismo como una buena persona o, por el contrario, como un traidor o un canalla.

Mucha gente no se imagina la extrema complejidad y hasta la gravedad que este tipo de problemas plantean a muchos ciudadanos, por lo demás, personas de indudable buena voluntad.

Por poner algunos ejemplos:

· los profesores de religión que se ven obligados a enseñar cosas de las que no están convencidos o que incluso rechazan.
· los matrimonios, ya cargados de hijos, en los que uno de los cónyuges decide obedecer a su confesor antes que a ninguna autoridad civil, tanto en las relaciones con el otro cónyuge como en todo cuanto se refiere a la educación de los hijos.
· las mujeres que se ven obligadas a compartir la vida con hombres que las maltratan (incluso físicamente) y de los que, por deberes religiosos, no pueden separarse.
· las personas que se ven obligadas en conciencia a no admitir una transfusión de sangre, a vestirse de una manera determinada, a rechazar determinados alimentos, etc.
· los divorciados o los homosexuales a los que hay sacerdotes que les niegan los sacramentos.

La lista de situaciones extrañas, extravagantes o de consecuencias imprevisibles es interminable. En todo caso, si los creyentes se sienten, a veces, agredidos por personas o instituciones laicas, sean las que sean, el Estado debe proteger a tales ciudadanos. Y si los creyentes advierten que son los dirigentes de la propia religión quienes actúan de forma que recortan o limitan los derechos fundamentales de los propios creyentes, debe existir una instancia laica que proteja a tales personas, dado que, con bastante frecuencia, la institución religiosa impone deberes, pero no ofrece la debida protección de los derechos.

Por lo demás, que nadie salga diciendo que todo esto tiene una solución muy sencilla: prescindir de las creencias religiosas, de los curas, los obispos, los pastores, los imanes, los ayatolás, los rabinos, los bonzos, los chamanes y, en general, de todos los que, en nombre de una presunta deidad y esgrimiendo leyes divinas o derechos religiosos, le meten a la gente en la cabeza que, si es que tomamos en serio “lo divino”, todo “lo humano” pasa a segundo término.

No. La cosa no es tan sencilla. Porque es un hecho que las creencias religiosas tienen un arraigo personal y social tan fuerte, que tales creencias, sus tradiciones y sus prácticas llegan a formar parte constitutiva de la identidad misma de la persona. Si prescindir de los sentimientos de culpa y de las creencias religiosas fuera tan sencillo, serían bastantes los psiquiatras y psicoterapeutas que tendrían que apuntarse al paro.

Por supuesto, no sería fácil encontrar la persona adecuada para ejercer el cargo de “defensor del creyente”. En cualquier caso, tendría que ser una persona entendida en cuanto se refiere a los derechos fundamentales de los ciudadanos. Y una persona también con una sólida formación en ciencias de las religiones.

José M. Castillo en www.feadulta.com

sábado, 18 de julio de 2009

EN ESPAÑA NO SE CONFIESA NI DIOS


Alerta roja en la Iglesia católica ante la situación del sacramento de la penitencia. La confesión está de capa caída. Clínicamente muerta. El 80% de los católicos españoles ha dejado de confesarse. El Papa Ratzinger acaba de advertir a los curas desde Roma: "No os resignéis jamás a ver vacíos los confesionarios".

El padre Carrión, de 81 años, espera en el confesionario, como cada día, la llegada de penitentes. Nadie se acerca, pero no se desanima. "Lo que ocurre es que la gente ya no nos ve como intermediarios ante Dios, sino como personas normales. Y da corte acudir a contar determinados problemas o sentimientos a alguien que es como tú".

La Conferencia Episcopal proporciona cada dos años estadísticas detalladas de la práctica sacramental en España. Con cifras de todos los sacramentos, menos del de la penitencia. Dicen que por la dificultad de medir un sacramento tan individual. Pero hay quien cree que a la propia Iglesia le avergüenza constatar numéricamente la casi total desaparición de la confesión.

El caso es que las escasas encuestas que hay al respecto son obra de algunos medios de comunicación de instituciones religiosas que prefieren no esconder la cabeza debajo del ala. Sólo el 15% de los católicos adultos se confiesa al menos una vez al mes. Entre los jóvenes, el porcentaje no llega ni al 5%. Y eso, entre los católicos convencidos.

"La gente acude a comulgar sin confesarse", se quejan los curas. "Y los que se confiesan parece que no tienen de qué acusarse. No hay conciencia de pecado", advierten los obispos.

Los 10 mandamientos siguen en pie, pero la mayoría de los católicos se saltan unos cuantos sin conciencia de culpa. Se van los pecados clásicos y llegan otros nuevos: el genocidio, el terrorismo, el tráfico de armas o de drogas, la corrupción, la especulación, la evasión fiscal o los atentados contra el medio ambiente.

Lo que poca gente sabe es que también hay pecados que, aunque se confiesen, no los puede perdonar un simple cura. Ni siquiera un obispo. Están reservados al mismísimo Papa. Son cinco: robar hostias consagradas para ritos satánicos; violar el secreto de la confesión; la pederastia; abortar o colaborar en el aborto, y agredir u ofender al Papa. Pecados excepcionales que los católicos cometen a menudo, porque la Penitenciaría Apostólica, el organismo vaticano encargado de examinarlos, dice que no da abasto.

Las causas de la alergia al confesionario son de lo más variado. Algunos católicos creen que el pecado es algo superado. O lo consideran un tabú inventado por la iglesia para dominar las conciencias de la gente. Los católicos más comprometidos tienden a confesarse de los pecados sociales, "los que hacen daño a los demás", pero no de los personales.

"Surge una tipología de creyente, cada vez más abundante y difícil de cambiar, que no ve pecado en casi nada, salvo en lo estructural y, en consecuencia, no siente necesidad alguna de confesarse", admiten los obispos. La confesión individual y auricular se introdujo en el siglo XII y sólo se concretó minuciosamente en el Concilio de Trento, en el siglo XVI. De hecho, los obispos españoles reunidos en el Concilio III de Toledo en el año 589 condenaron como «atrevimiento execrable» la confesión privada. Y la confesión frecuente sólo se generalizó en el siglo XX.

Desde el Concilio, se hicieron muchos cambios en la administración del sacramento y en la actitud de los confesores. El confesor ha dejado de ser un inquisidor-juez, para convertirse en un paño de lágrimas. Incluso a la hora de preguntar, Roma les aconseja que lo hagan "con tacto y con respeto a la intimidad". Y les pide que no impongan "excesivas penitencias".

Hasta el tradicional confesionario fue sustituido por otro tipo de habitáculo más cómodo.

Durante los años 70 y 80, una vía de escape del confesionario fue la celebración comunitaria de la penitencia. Hoy, incluso eso se ha perdido. Entre otras cosas, porque la jerarquía ha prohibido casi por completo esa fórmula.

¿Volverá por sus fueros la confesión? No lo tiene fácil. A diferencia de algunos otros sacramentos, como la primera comunión, el bautismo o el matrimonio, la confesión no es un rito social y, por lo tanto, no se mantiene al socaire de las presiones sociales y comerciales.

Además, los curas también escapan del confesionario, al que algunos llaman "quiosco". La deserción de los fieles viene precedida, a veces, de la de los propios curas.

La confesión siempre mantuvo una "dimensión terapéutica". Muchas veces, el confesor es el psicólogo de la gente más sencilla y más pobre. Pero no es fácil ser un buen confesor. Exige disciplina, paciencia y una profunda vida espiritual. Pasar, como dice Juan Masiá, "del confesionario al pacificatorio". Es decir, "recuperar la riqueza pacificadora y terapéutica del confiteor, porque sólo así, la muerte del confesionario prefigurará la resurrección de la confesión»".

José Manuel Vidal
Extracto de un extenso reportaje publicado en Religión Digital 12.07.09

lunes, 13 de julio de 2009




ENTREVISTAS -13/07/2009 - Actualizada a las 12:09 http://www.teldeactualidad.com/
Paco Bello: "No puedo pretender que todos los parroquianos estén de acuerdo conmigo, eso significaría que soy un falso"

El párroco de La Garita y Marpequeña le pide al Gobierno de Telde que se ayude más a los necesitados y a la oposición que deje de trabajar como si fuera una asociación vecinal
Francisco Pérez Bello, delante de la Iglesia de La Garita (Foto TELDEACTUALIDAD)
TELDEACTUALIDAD
Telde.- Francisco Pérez Bello (Paco Bello) es desde 1997 párroco de La Garita y Marpequeña. Desde entonces tiene colgado en Telde el sambenito de polémico porque hace de la libertad y la tolerancia ejes de su labor pastoral, lo que le ha supuesto más de un encontronazo. En 2008 hizo historia al izar la bandera gay en el templo de La Garita.
- El colectivo GAMÁ le distinguió días atrás con el premio Pintadera Arco Iris por su lucha contra la homofobia ¿Le sorprendió?
- La verdad que sí, porque creo que hay personas que se destacan más que yo por la lucha contra la LGTBFOBIA. De todas formas estoy muy agradecido de que este reconocimiento haya caído en mi persona, que soy un hombre de Iglesia.
- ¿Cómo cree que encaja el Obispado el hecho de que uno de sus sacerdotes reciba un premio de un colectivo tan mal visto por las jerarquías eclesiásticas?
- Bueno, nuestro obispo es muy tolerante con todos y el que uno de sus sacerdotes sea reconocido por su lucha contra la LGTBFOBIA creo que lo asume perfectamente, pues es algo que no va contra el Evangelio de Jesús. Si en algo se destacó Jesús es por su tolerancia hacia los que son diferentes.
- En 2008, hace un año, hizo historia al izar la bandera multicolor, símbolo del movimiento gay, en el templo de La Garita ¿Se arrepiente de haber tomado aquella iniciativa? ¿Recibió alguna reprimenda de sus superiores?
- No me arrepiento para nada. Creo que es un gesto estar al lado de un colectivo donde también hay cristianos- Grupo Diálogo dentro de GAMÁ- , que aún hoy, en la época que vivimos, sigue siendo marginado y despreciado por muchos sectores de la sociedad. Y tengo que decir, que no he recibido reprimenda alguna, al menos por ahora.
- La Garita se ha movilizado en varias ocasiones en defensa de su labor pastoral ¿La polémica es consustancial a sus acciones o cree que su mensaje no es entendido por un sector de sus parroquianos?
-Mas bien lo último. Tampoco a Jesús le entendió su propia familia, que querían despeñarlo por un barranco, porque no estaban de acuerdo con Él. No puedo pretender que todos los parroquianos estén de acuerdo conmigo, eso significaría que soy un falso. Al manifestarme tal cual soy y no como algunos quieren que sea, pues surge el conflicto ideológico.
- ¿Cómo cree que los ven sus feligreses?
- Habrá de todo. Es una buena pregunta para hacer una encuesta. Que soy natural, sin engreimientos, con los pies en el suelo. Y sobre todo amigo de los más sencillos. Esto si me lo han dicho muchos. Y otros que no tengo pinta de cura.
- Párroco, profesor y también analista de la actualidad política y social de Telde ¿Cómo ve al municipio?
- Un municipio excelente por su gente tan cercana y sobre todo por ser referente cultural e histórico en la isla.
- ¿Qué opinión le merece la gestión del gobierno y la actividad de la oposición?
- La verdad que en cuanto al gobierno me gustaría que se pusiera más empeño en ayudar a los necesitados, menos en deshacer y hacer aceras. Sobre todo en este tiempo de crisis económica. Y que dieran una imagen de un gobierno más compacto. En cuanto a la oposición, hay que hacer las cosas para favorecer al ciudadano, no para favorecer la ideología del partido. Los ciudadanos queremos que los que han sido elegidos trabajen con seriedad, no como si fueran una asociación de vecinos diciendo todos los días que si hay una farola fundida, que si hay basura tirada, que no a los top-less en la playa… Hay que acordarse cuando gobernaban, qué es lo que se hacía, en qué se gastaba el dinero… ahora es muy fácil criticar porque el que gobierna no soy yo.

Preocupación por los problemas sociales.
Paco Bello es una persona que muestra una gran preocupación por las dificultades sociales de los barrios costeros de Telde en los que lleva casi 12 años como párroco. El contacto diario con feligreses y vecinos le hace ser una fuente de primera mano para conocer las cuestiones que más inquietan a los miles de teldenses que residen en La Garita y Marpequeña. El paro y el “deficitario” transporte público se erigen en los problemas que Bello apunta, entre otros, como los más acuciantes, aunque tampoco deja pasar por alto lo que él califica como “el mal uso de locales públicos que pertenecen a todos los ciudadanos y de los que se apropian algunos particulares”.
Además de su ejercicio pastoral como sacerdote, Bello suele colaborar de forma habitual con el colectivo El Patronato La Sal de La Garita, que organiza anualmente los festejos patronales del barrio que se celebran en septiembre. Esporádicamente también lo hace con grupos ciudadanos de San José de Las Longueras y, a un nivel más personal, con padres y madres de alumnos que solicitan su ayuda.
De su experiencia como profesor de Religión, la califica de “gratificante” por su relación directa con alumnos y compañeros, “que ven en mí a alguien de Iglesia, que es cercano a sus vidas”. Reconoce que a sus alumnos les cuesta creer al principio que sea cura por su forma de ser y apariencia física. Sin embargo, asegura, “cuando lo descubren, se hacen más amigos y se crea un clima de más confianza para contarme muchos de sus problemas”.
Como diabético que es cree interesante poner en marcha en Telde una asociación de personas que padecen esta enfermedad, “ya que este municipio es el de mayor población diabética de toda la isla, según datos del Hospital Insular”.

Cura y profesor.
Francisco Pérez Bello (Paco Bello) nació en 1956 en el barrio de San Andrés de Santa Cruz de Tenerife. Estudió Bachillerato, Filosofía y dos años de Teología en el Seminario de La Laguna. Luego se trasladó a Las Palmas de Gran Canaria para finalizar los otros dos años de Teología. El 1 de octubre de 1984 se ordenó sacerdote en la Parroquia La Paz (Las Rehoyas Bajas). Su labor pastoral la inició como primer destino en El Doctoral. Después estuvo en San Francisco de Sales, en el Risco de San Nicolás y en 1997 se hizo cargo de las parroquias de La Garita y Marpequeña. Ha sido profesor de Religión en los institutos de Cruz de Piedra, Vecindario, San Cristóbal y en la actualidad en el IES Juan Pulido Castro (Telde).
Fuente: Canarias7 (Carmelo Ojeda)

domingo, 5 de julio de 2009

BAJADA DE LA VIRGEN DE LOS REYES 2009


La fiesta más importante de El Hierro es la Bajada de la Virgen de los Reyes, la fiesta traslada a la patrona de la isla desde su santuario en La Dehesa a la capital de la isla, haciendo un recorrido de 28 kilómetros por los caminos de la Virgen que atraviesa todas las localidades de El Hierro.
Hay un canto popular, en El Hierro que dice: "por ver a la Madre Amada no importa la caminada", y razón tienen, porque los miles de fieles que la acompañaron desde las cinco de la madrugada hasta cerca de la medianoche de ayer, con el simple propósito de ver de cerca los ojos de la Virgen, parecían llenarse de energía y olvidar el agotamiento, el dolor y hasta el insufrible calor que estuvo presente en más de la mitad del camino.
Pasadas las 21:30 horas tuvo lugar el recibimiento oficial y la correspondiente entrega del bastón de mando a la Sagrada Imagen en la zona del cementerio de Valverde.
Por último, los caminantes dirigieron sus pasos hacia la iglesia de La Concepción, en donde la Virgen de los Reyes estará hasta el próximo día 1 de agosto, fecha en la que regresará a su templo en La Dehesa hasta 2013, año de la próxima Bajada.