viernes, 11 de diciembre de 2009

LA VIDA ESTÁ ANTES QUE LA LEY

La huelga de hambre de la activista saharaui, Aminetu Haidar, trae de cabeza a media España. Esta mujer ha tomado la firme decisión de morir de hambre antes que ceder a los intereses del Reino de Marruecos, que no está dispuesto a conceder absolutamente en nada que ponga en cuestión sus intereses económicos en el Sahara Occidental.

El Gobierno Español ha hecho numerosas gestiones, al menos, para convencer a Haidar de que, siquiera de momento, se deje alimentar para salvar su vida. Pero, por lo visto, ella está dispuesta a inmolarse por salvar a su pueblo de los atropellos a los derechos y libertades que la ONU les ha querido garantizar repetidas veces.

Los políticos españoles andan consultando a los juristas qué es lo que se puede hacer en un caso así. Un caso que, según parece, no está expresamente previsto en las leyes vigentes. De ahí las consultas a los expertos, para encontrar una justificación legal a la situación planteada por esta mujer.

Yo no discuto si ella es libre para inmolarse. Como cualquiera puede ser libre para suicidarse. Las leyes no entran en eso, porque ¿qué castigo se le va a imponer a un difunto? El problema más inmediato está, a mi manera de ver, en si, cuando se presente un caso así, lo primero es el "imperio de la ley" o lo primero es la "protección de la vida".

Pues bien, planteado así el problema, la solución - desde el punto de vista cristiano - está muy clara: lo primero en la vida es defender la vida, asegurar la vida, dignificar la vida, proteger la vida.

Por eso, según el Evangelio, cuando Jesús encontraba a un enfermo o un lisiado, aunque la Ley religiosa lo prohibiera, el enfermo quedaba curado. Porque, para Jesús, la vida está antes que la ley, aunque sea la Ley Divina.

¿No tendríamos que ponernos todos de parte de esta mujer, para defender su vida y su noble proyecto, por más que quizá no estemos de acuerdo con los procedimientos que Haidar ha adoptado para lograr lo que pretende? ¿Qué criterios rigen nuestras convicciones más hondas? ¿Los criterios emanados del Derecho Romano o los criterios que propone el Evangelio?

José M. Castillo en www.feadulta.com

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