lunes, 14 de julio de 2008

Motivos para la esperanza, hechos que son un orgullo

Motivos para la esperanza, hechos que son un orgullo

Antonio Lorenzo


Que las comunidades de la Iglesia Católica son un ejemplo de diversidad y de inclusión no sólo debiera ser un resultado del seguimiento del mensaje de Jesús, sino que es un hecho constatable. Desde los orígenes del cristianismo, la Iglesia se ha caracterizado por llegar a todos los confines de la tierra y hacer llegar la Buena Nueva a todos los pueblos sin distinción. El Evangelio no distinguía entre pueblos, etnias, colores de piel, o diferencias de género. Se nos regalaba a todos y todas. Sin embargo, en un determinado momento algunas minorías fueron dejadas de lado, o mejor dicho, ocultadas o silenciadas, no por su origen, raza o etnia, sino por algo bien distinto: por el objeto de su amor y de su deseo.

Las mujeres y hombres con una orientación sexual distinta a la heterosexual no podíamos, en principio, expresar nuestra identidad como lo hacía el resto de su comunidad. Si queríamos pertenecer y participar activamente en nuestras comunidades cristianas, debíamos renunciar a consumar nuestro amor y nuestro deseo, algo que no se le exigía a nuestros hermanos heterosexuales.
Afortunadamente el mundo evoluciona: la revolución sexual de los sesenta y la apertura de la Iglesia Católica gracias al Concilio Vaticano Segundo, influyó de forma notoria en nuestras comunidades. Poco a poco las personas cristianas lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB) nos hemos hecho visibles en el mundo y en nuestras Iglesia. A pesar del rechazo y la homofobia que podemos encontrarnos en parte de ciertos sectores de la jerarquía de las distintas iglesias cristianas o no, paulatinamente las comunidades de base, las parroquias de nuestros barrios y nosotras y nosotros mismos, personas LGTB cristianas, hemos ido acercándonos y buscando un camino hacia a la inclusión y el respeto mutuo; esto es, un volver al camino que siempre la Iglesia Católica ha tenido hacia todos las personas del mundo, pues todas y todos formamos partes del mismo cuerpo místico de Cristo.
Los ejemplos de la parroquia de La Garita en Telde o de la diócesis del Saltillo en México no son sólo motivos de esperanza, sino hechos de orgullo para todos los que nos sentimos católicos. Me imagino lo que significaría para las razas distintas de la blanca, la primera vez que vieron oficiando una eucaristía a un presbítero de su color. Sin duda ese momento sería un motivo de orgullo para esas comunidades: por fin su trabajo dentro de la Iglesia se veía recompensado con su presencia clara, manifiesta y con todo derecho de su realidad. Como miembro del grupo de personas LGTB cristianos el ver ondear por un día la bandera del Arco Iris (símbolo de diversidad sexual y de inclusión) en la Parroquia de La Garita, o ver como toda una diócesis en México, encabezada por su obispo Raúl Vera, respalda las celebraciones 28 de Junio (fecha que conmemora el inicio de la lucha por los derechos LGTB), es todo un regocijo y un orgullo de formar parte de la comunidad cristiana y católica.
Obviamente podrá quedar mucho camino por recorrer y muchos desafíos que sortear: la lgtb-fobia está presente en nuestro sociedad; los prejuicios contra lesbianas, gays, transexuales y bisexuales no desaparecen sólo con las leyes, la persecución contra las personas con una orientación sexual distinta a la heterosexual, es un hecho dolorosamente real en muchos países de nuestro mundo. Sin embargo, creo sinceramente que hay un antes y un después para los cristianos y cristianas LGTB tras este junio de 2008, mes en que dos comunidades de sitios tan lejanos como La Garita en Telde y el Saltillo en México decidieron apoyarnos aún más con su propia manifestación de orgullo, no sólo orgullo LGTB, sino orgullo de ser cristianos sembrando la semilla de esperanza para todas las minorías, tal y como siempre nos enseñó nuestro Señor Jesucristo.
“Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, lo mismo que mi Padre me conoce a mí y yo lo conozco a él. Y, como buen pastor, yo doy mi vida por las ovejas. Pero tengo otras ovejas que no están en este redil; también a éstas tengo que atraerlas, para que escuchen mi voz. Entonces se formará un rebaño único, bajo la guía de un solo pastor.”


Antonio Lorenzo es coordinador del Grupo Diálogo Cristino LGTB de Gamá, colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales de Canarias.

No hay comentarios: