sábado, 6 de diciembre de 2008

Empecinamiento clerical

Empecinamiento clerical


En la España del siglo XXI, donde la religión dejó ya hace años de regir la vida de las personas en la mayor parte de la población, el clero utiliza todos los recursos de que dispone para mantener sus privilegios. Uno de ellos es el censo de las personas bautizadas.

Habida cuenta de que a la mayoría de la población censada como católica fue bautizada sin su consentimiento dado que aun no tenía uso de razón, cabría esperar que ya en edad adulta las personas que no desean seguir siendo consideradas católicas tuviesen la posibilidad de darse de baja de ese censo. Pero parece que no es así.

Quienes contemplamos esta tenaz resistencia eclesiástica a reconocer la libertad de conciencia de las personas y aceptar la realidad de la sociedad española actual, no podemos sino ver en ella un acto moralmente censurable. Por él, la Iglesia Católica Española, constituida por la jerarquía y la feligresía que la sigue, merece la mayor reprobación de cualquier persona honesta que sienta respeto por la verdad y por los derechos humanos.

Porque si ese censo que tan ardientemente defienden fuese solamente un libro de recuerdos, una crónica de hechos que no trascendiese para nada a la sociedad actual, podría entenderse que quien lo custodia se opusiera a cualquier modificación que se quisiese incorporar en su tradicional uso. Pero no es así. Ese censo repercute en las relaciones entre la Iglesia y el Estado, y por ende, entre la población católica y la que no lo es.

Es difícil ser justos en un mundo injusto, pero es lamentable que quienes debieran dar ejemplo de afán de justicia, de lo único que lo den sea de egoísmo. Y es lamentable también que la población católica española no intervenga en contra de todos los atropellos que comete su jerarquía eclesiástica y apenas deje oír su voz. Discurso tendrán unos y otros para justificar su conducta, porque siempre hay palabras que justifiquen hasta las mayores bellaquerías, pero no son las palabras lo que define a las personas sino sus acciones. Una vez más nos viene a la memoria «por sus hechos los conoceréis».

La empecinada resistencia a aceptar normas de diálogo y convivencia propias de una sociedad humanamente evolucionada no es un buen método para sembrar la Buena Nueva. Con actitudes como la que comentamos, que no es más que una muestra de las muchas tropelías cometidas por la clerecía católica, la Iglesia ha perdido credibilidad entre la mayor parte de la población en los países donde dominaba socialmente.

Hoy solamente le quedan las almas incondicionales que no se enteran de las martingalas clericales o que aun sabiéndolo sitúan sus sentimientos personales por encima de los valores humanos. Esas sí; esas están dispuestas a mirar hacia otro lado con tal de seguir formando parte del pueblo escogido.

En fin, allá conciencias.


Pepcastelló

http://lahoradelgrillo.blogspot.com/

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