la Iglesia DE LA UTOPÍA
Imagina que la Iglesia estuviese verdaderamente dispuesta a asumir que ha sido enviada a dar la Buena Noticia a los pobres y sacara todas las consecuencias de su compromiso de servir a los pequeños…
Imagina que laicos y pastores pudieran encontrarse en un diálogo fraterno y abierto sobre los signos de los tiempos que demandan el testimonio profético que denuncia y arriesga nuevos caminos...
Imagina que la Iglesia comenzase por cuestionar su propio ejercicio del poder, respetando las diferencias y el derecho a discrepar, sin excluir a nadie, estableciendo un auténtico espíritu democrático y participativo...
Imagina que la Iglesia hiciese el mismo itinerario de su Maestro y fuese corriendo al encuentro de la Humanidad toda, que está falta de afecto y de pan, para anunciarle la Buena Noticia de la dignidad y de la paz...
Imagina que la Iglesia tuviera en cuenta al formar a sus cuadros la realidad socioeconómica, la diversificación de las culturas, la influencia de las ciencias humanas, la hermenéutica bíblica, la sexualidad...
Imagina que la Iglesia revisase toda su moral a partir del Evangelio y de una vez por todas, barriese todas las aberraciones que escribió respecto del sexo y exaltara el cuerpo como fuente de vida y gozo…
Imagina que la Iglesia fuese consecuente en sus declaraciones contra el machismo y abriese para la mujer las mismas oportunidades, tanto en el plano de los ministerios cuanto en el de las decisiones...
Imagina que la Iglesia dejase a las parejas la libertad de encontrar el método que mejor les pareciese para la planificación familiar, y no los maldijese, reproduciendo hoy la torcida moral agustiniana...
Imagina que la Iglesia tuviese la sensibilidad de acompañar la evolución de la humanidad y tratase con el mismo cariño de Madre a aquellas personas que deshicieron su unión conyugal pero que continúan su camino a la busca del amor y de la felicidad¼
Imagina que la Iglesia cuestionase la obligación inhumana del celibato, que, impuesta a los clérigos, se hizo obsoleta en la historia, y hoy contribuye a la mentira y el desequilibrio humano y afectivo...
Imagina que la Iglesia acogiese en un abrazo tierno y fraterno a todos aquellos hermanos en el sacerdocio ministerial que, casados, hicieron más completo su ministerio al expresar con la vida en pareja lo que hay de más bello en la creación: mujer y hombre a imagen de Dios...
Imagina que la Iglesia cambiase sus criterios para seleccionar sus cuadros de mando y sólo tuviese en su jerarquía gente capacitada, abierta, equilibrada, madura humana y afectivamente, capaz de entregar su propia vida por amor al Reino...
El arte de imaginar pone en marcha los sueños y permite vislumbrar la posibilidad de realizarlos en la práctica.
Ojalá que la Iglesia presente una nueva cara y lleve a cabo su misión de contribuir a la construcción de un nuevo milenio, libre de toda opresión y exclusión.
Tomado de
www.misionjoven.org
sábado, 30 de mayo de 2009
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